José Urrutia: Un bailarín excepcional

Cultura 05 de octubre de 2021
José Urrutia empezó su carrera de ballet en la escuela de Lucy Telge y hoy sigue cautivando con su talento. Conoce su historia en el siguiente reportaje.

Por: Carolyn Wolfenzon 

portada

Lo que llama la atención de esta historia es su originalidad, perseverancia y éxito. Corría el año 1988 y José Urrutia tenía siete años y asistía a las clases de ballet en la escuela de Lucy Telge. Era el único niño en todo el estudio. Era el primer niño que se formaba como bailarín en Perú.

Rodeado de mujeres, Lucy Telge advirtió: “no lo miren, no lo cuestionen, no le hagan preguntas incómodas”. Explicó a su audiencia femenina: “No hay nada de raro que un niño sea bailarín de ballet”.

Esa afirmación de Lucy Telge no era tan cierta en esa época: José Urrutia era el único niño que estudiaba ballet en la ciudad de Lima. Ella lo sabía y no quería perder a su único alumno hombre de siete años.

Urrutia empezó a bailar sus primeras presentaciones en el Ballet del Teatro Municipal. Sus compañeros, los niños del colegio La Recoleta, recortan la foto de El Comercio donde sale un reportaje sobre él en pose de arabescos. Algo muy estilizado. Una mezcla de admiración con sorpresa.

Rápidamente tocó el techo de una profesión que no tenía profesionales en Perú. Los solistas venían al Teatro Municipal ya adultos. Se solían importar de Cuba o Argentina mientras que José Urrutia decidió vivir solo en Buenos Aires a los doce años, y a los quince en Ginebra. En ambas ciudades estudió la primaria o secundaria en la tarde mientras entrenaba cinco o seis horas diarias por las mañanas.

En Ginebra sintió un gran cambio cultural: sin tutor, sin mentor, sin familia. Se sintió solo. Regresó a Lima. Quería dejar el ballet y tener una vida “normal” como la de sus hermanos. Terminó el colegio en un escolarizado los sábados por la noche. Nany Pease, antropóloga, reflexiona sobre este muchacho sometido desde muy pequeño a la mirada de terceros: “Lo difícil que es saltar los estereotipos, la presión social, lo que se espera de un hombre”. 

“Ahora hay más oportunidades para los bailarines en general. Es un gran paso que exista la carrera de danza en la Católica y San Marcos”, señala María Elene Riera, profesora y bailarina de la Escuela de Danza del Ballet San Marcos. Al mismo tiempo, la neoliberalización de la educación desde Fujimori produjo un cambio curricular donde se considera que las artes son cursos electivos. La ausencia de crítica cultural en los periódicos y medios hace que todo la cultura sea vista como pasatiempo.

Urrutia dejó el ballet tres años y estudió economía en la Católica. Sin embargo, la música, el reto de memorizar largas secuencias y el placer de ser distintos personajes,  hicieron que regresara. Con ironía cuenta: “Siempre eran las ganas de cerrar un ciclo”.

Después vinieron las audiciones internacionales a las que postuló, junto a su esposa, para ver si en efecto concluía el ciclo. Consiguió una plaza en la Compañía Nacional de Danza de México y después en la Opera de Leipizig y ahora es solista y director de la Compañía Staatstheater Karls Ruhe. Una de las cosas de las que se siente más orgulloso es el haber bailado como solista la pieza Suite Spell o f Oblivion de David Dawsonpensada para Barishnikov en el teatro de Leipzig.

Hoy es coreógrafo. Su primera obra se titula “Baroque Ladies” y está inspirada en la música y cuadros barrocos. El bailarín que se formó de país en país, saltó de compañía en compañía, ahora es nuestro bailarín de exportación. Con su esposa Alessandra Morales también bailarina y sus hijos, pareciera que no se cansara de representar una vida auténtica, una especie de “Lago de los cisnes” su ballet preferido.

José Urrutia triunfa, pero con él, en cierta forma triunfan también, todos los que piensan diferente, todos los que se dejan llevar por sus propias pasiones y no por los estereotipos sociales que muchas veces opacan talentos.

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